Los papás de Leah se están divorciando.
Su mamá se lo explica un poco rara, con lágrimas en los ojos y una sonrisa al mismo tiempo:
-Papá y mamá se quieren. Pero no se llevan bien. Se pelean mucho y se ponen tristes. ¿Tú también te pones triste, verdad?
-Sí- contesta Leah.
-Por eso cada uno va a vivir en una casa distinta, y tu te quedarás con mamá. Pero seguirás llamando a papá, y viéndolo todas las semanas. Incluso algunas veces, pasaréis juntos días enteros.
Leah hace pucheros.
-Papá y mamá quieren lo mejor para tí. Que tú tampoco te pongas triste cuando nosotros nos enfadamos. Es por tu bien.
Leah asiente.
La mamá de Leah sabe que la niña tiene miedo. Si su papá se va,¿ cómo va a cuidarla de la misma manera? Leah, además, siente que tiene que escoger. Que en todas las peleas hay un bueno y hay un malo. Por eso la mamá de Leah entiende que Leah no quiera ir a pasar el fin de semana con su papá. No quiere dejar a mamá sola. Quizás entonces se marche ella también.
-No te preocupes por mí- dice mamá mostrándose feliz.-Yo estaré aquí esperándote.
Cuando Leah está en casa de papá, le cuesta dormir por las noches. Al hablar con mamá, le cuenta que hay un monstruo que la vigila en su dormitorio.
-¿Y dónde se esconde el monstruo? - le pregunta mamá.
-No lo sé. Está oscuro.
-¿Entonces, como lo ves?
-No lo veo, pero sé que existe.
-Cariño. Los monstruos no existen. Y aunque haya personas malas, papá y mamá nunca van a dejar que te pase nada porque siempre cuidarán de tí. Papá y mamá te quieren, y hacen las cosas por tu bien.
Leah vuelve a asentir.
Por la noche, Leah se arropa con las sábanas cubriendo todo su cuerpo. Los muñecos, a sus pies, la protegen. Piensa en cosas bonitas antes de dormir, como le ha dicho mamá. Papá la besa en la frente y le desea dulces sueños. No cierra la puerta para que Leah sepa que está muy cerca de ella. Leah cierra los ojos. Las horas pasan.
Leah nota como las sábanas se apartan suavemente. Se abraza a su osito de peluche y se intenta despertar de la pesadilla. Pero como está muy cansada, sigue durmiendo. Porque algo la toca.
Desliza sus dedos entre los cabellos de Leah, y va haciéndose hueco hacia abajo. Aprieta su hombro. Pellizca sus pezones. Se pega a su barriga. Y se para en su cosita de niña. Toca. No le hace daño. Por eso debe ser una pesadilla. Leah sigue cerrando fuertemente los ojos. Debería abrirlos, y todo pasaría.
El monstruo gruñe. Leah no sabe si quiere hablarle y no puede, porque hace ruidos extraños, respirando muy fuerte hasta que grita un poquito. Entonces, Leah se despierta y abre los ojos.
A su lado está papá, que se sube los pantalones de su pijama. La vuelve a besar en la frente.
-Te quiero- le dice. Y se va de su habitación.
Leah no entiende lo que pasa. Y le asusta. Pero sabe que papá la cuidará siempre. Y que hará todo por su bien.
Su mamá se lo explica un poco rara, con lágrimas en los ojos y una sonrisa al mismo tiempo:
-Papá y mamá se quieren. Pero no se llevan bien. Se pelean mucho y se ponen tristes. ¿Tú también te pones triste, verdad?
-Sí- contesta Leah.
-Por eso cada uno va a vivir en una casa distinta, y tu te quedarás con mamá. Pero seguirás llamando a papá, y viéndolo todas las semanas. Incluso algunas veces, pasaréis juntos días enteros.
Leah hace pucheros.
-Papá y mamá quieren lo mejor para tí. Que tú tampoco te pongas triste cuando nosotros nos enfadamos. Es por tu bien.
Leah asiente.
La mamá de Leah sabe que la niña tiene miedo. Si su papá se va,¿ cómo va a cuidarla de la misma manera? Leah, además, siente que tiene que escoger. Que en todas las peleas hay un bueno y hay un malo. Por eso la mamá de Leah entiende que Leah no quiera ir a pasar el fin de semana con su papá. No quiere dejar a mamá sola. Quizás entonces se marche ella también.
-No te preocupes por mí- dice mamá mostrándose feliz.-Yo estaré aquí esperándote.
Cuando Leah está en casa de papá, le cuesta dormir por las noches. Al hablar con mamá, le cuenta que hay un monstruo que la vigila en su dormitorio.
-¿Y dónde se esconde el monstruo? - le pregunta mamá.
-No lo sé. Está oscuro.
-¿Entonces, como lo ves?
-No lo veo, pero sé que existe.
-Cariño. Los monstruos no existen. Y aunque haya personas malas, papá y mamá nunca van a dejar que te pase nada porque siempre cuidarán de tí. Papá y mamá te quieren, y hacen las cosas por tu bien.
Leah vuelve a asentir.
Por la noche, Leah se arropa con las sábanas cubriendo todo su cuerpo. Los muñecos, a sus pies, la protegen. Piensa en cosas bonitas antes de dormir, como le ha dicho mamá. Papá la besa en la frente y le desea dulces sueños. No cierra la puerta para que Leah sepa que está muy cerca de ella. Leah cierra los ojos. Las horas pasan.
Leah nota como las sábanas se apartan suavemente. Se abraza a su osito de peluche y se intenta despertar de la pesadilla. Pero como está muy cansada, sigue durmiendo. Porque algo la toca.
Desliza sus dedos entre los cabellos de Leah, y va haciéndose hueco hacia abajo. Aprieta su hombro. Pellizca sus pezones. Se pega a su barriga. Y se para en su cosita de niña. Toca. No le hace daño. Por eso debe ser una pesadilla. Leah sigue cerrando fuertemente los ojos. Debería abrirlos, y todo pasaría.
El monstruo gruñe. Leah no sabe si quiere hablarle y no puede, porque hace ruidos extraños, respirando muy fuerte hasta que grita un poquito. Entonces, Leah se despierta y abre los ojos.
A su lado está papá, que se sube los pantalones de su pijama. La vuelve a besar en la frente.
-Te quiero- le dice. Y se va de su habitación.
Leah no entiende lo que pasa. Y le asusta. Pero sabe que papá la cuidará siempre. Y que hará todo por su bien.
Me ha puesto los pelos de punta. Realmente me ha gustado, pero he sentido tanto asco que ugh...
ResponderEliminar¿has pensado en compartir tus textos de manera más abierta? No sé, quizá en una cuenta de DeviantArt. O quizá ya lo haces O.o xD
Tienes talento en esto de escribir, a mi modo de ver ^^
Mil besos.
Y, de veras, a pesar de que el texto lo deja entre ver, desearía que no fuera un relato autobiográfico u_u. Siento la ñoñez de este comentario.