sábado, 19 de enero de 2008

Un secundario inoportuno

-Así que estabas aquí - le insinué.
Se giró sobresaltada, y algo chocó contra el suelo.
-Oh, siento haberte asustado. Es que te he estado observando en la fiesta y desde que te he visto, he sabido que tenías algo especial, y no lo digo porque seas la anfitriona.
Temblaba, supuse que por el frío. Me acerqué a ella y me desabroché el abrigo en un ademán por cubrirla. Se apartó bruscamente.
-Hoy no me apetece ligar con nadie, gracias - me espetó.
Me frené en seco. Aquello sí que me cortó el aliento, y no el viento helado que soplaba en el jardín. Los setos perfectamente podados se estremecían furiosamente. Con una pausa dramática, saqué un cigarrillo y lo encendí. Se lo ofrecí en un gesto cómplice. Lo ignoró.
-Esto - comenté señalando las virutas de humo - sólo ha sido la excusa para salir a tu encuentro. Esos hipócritas pueden apestar a cóctel barato pero no soportan el olor del tabaco. De todos modos, ya sólo quedan cuatro borrachos. ¿Qué haces aquí sola? Una chica como tú merece compañía.
La única respuesta que obtuve fue el tintineo de sus pendientes ante una repentina ráfaga de aire. El cabello prieto en una cola de caballo, la gabardina sintética, los guantes de cuero, la mirada esquiva. Todo en ella era negro y emanaba morbo. Continuaba tan callada y quieta como una muerta. Ahora sé que aquella era la mejor estrategia disuasoria.
-Ahí dentro nadie nos va a echar en falta, casi todo el mundo vuelve tambaleándose hacia sus casas. Necesitarás ayuda para recoger. Tal vez un poco de conversación para terminar la velada- le insistí. -Es que me estás jodiendo. Lárgate o lo vas a lamentar.
El golpe de gracia definitivo.
-Amargada - murmuré entre dientes.
Su expresión, imperturbable hasta el momento, se torció en una mueca de disgusto. Había conseguido ponerla en su lugar.
-No te preocupes – proseguí – Nadie va a follarte esta noche.
Me di media vuelta y observé la puerta de la casa, donde los cristales se empañaban de un vaho acogedor. Lancé la colilla al suelo y mi pie chocó contra algo.
-Por cierto - le dije con sorna mientras me agachaba a recogerlo- Se te ha caído tu consolador.
En efecto, el objeto era metálico y alargado, pero estaba tibio. A la luz de la luna, la sangre de su filo resplandeció. Luego, se me nubló la vista mientras me desplomaba bajo un golpe contundente en la cabeza. Abono y fragmentos de cerámica se deslizaron bajo mi ropa mientras unas flores coronaban ridículamente mis sienes. Aturdido, sentí como ella me arrastraba de los pies farfullando maldiciones. Traté de zafarme, pero una patada en los testículos aseguró mi cooperación.
Mi pequeño viaje terminó junto a otros dos cuerpos a medio enterrar tras unos arbustos enmarañados. -Estos son mi ex-novio y su ex-amante– nos presentó.
Por último empuñó el engañoso cuchillo, estrechó mi cabeza contra su pecho abrazándome desde atrás y deslizó la hoja dentada por mi garganta con sorprendente efectividad. La sangre se perdió con todo el calor que me quedaba.
Así que no me preguntéis cómo acaba esta historia.
Está claro que en ella yo sólo fui un secundario inoportuno.

1 comentario:

  1. Hola. Estuve leyendo tus relatos. De momento, este fue el que más me gustó, más que nada porque me sorprendió. En el del lobo creo que te adornaste quizás demasiado con el lenguaje (¿buscando tal vez a Poe?). En cuanto al de la niña, que fue otro que me llamó la atención, me vi venir ese final. Pero este es directo y sorprendente, y no me suena a nada que haya leído antes. Es verdad que se podría desarrollar un poco más la historia, pero en cualquier caso, me gusta porque se le ve un estilo propio. Desde mi punto de vista, podrías profundizar más en él. Saludos.

    ResponderEliminar