miércoles, 19 de noviembre de 2008

La imperfección feliz

"Mamá:
Creo que ensucié tu útero.

Perdóname.

Distendí tu vientre.
Disloqué tu mente.
Desencajé tus sonrisas.
Desbaraté tus sueños.

Me gesté como un parásito.
Me desarrollé como un tumor.
Jamás enmendaré mis errores.
¿Cómo evitar haber existido?

Mamá:

Tus abluciones constantes
ya no son ritos místicos,
sólo reflejos automatizados
latiendo según un metrómeno.

No queda nada que limpiar.
No puedes ordenar el vacío.
Tienes tanto miedo a pudrirte
que no deberías vivir.

¿Vas a beber detergente?
¿Vas a exfoliar tu carne?
¿Vas a respirar celofán?
¿Vas a drenar tu sangre?

Mamá:

Creo que soy una mancha anárquica.

Perdóname.

Mi calor te produce fiebre.
Mi tacto te causa urticaria.
Mi voz te provoca cefalea.
Mi presencia te da náuseas.

Lejos de tu pulcro regazo.
Fuera de tus asépticas manos.
Bajo tus jerárquicos pensamientos.
Tras tus huellas invisibles.

Todos tus ademanes de plástico
se impermeabilizan a mi llanto.

¿Y tú puedes creer
que soy una imperfección feliz?"

3 comentarios:

  1. Dios mío...

    "Todos tus ademanes de plástico
    se impermeabilizan a mi llanto."

    La exquisitez literaria de este texto no se compara con el mensaje que expresa.
    Se me puso la piel de gallina.
    Es hermoso cómo lo expresaste.

    ResponderEliminar
  2. Lidiar con estos desvaríos de la naturaleza que nos recuerda nuestra asquerosa fragilidad no es sencillo. Y sí muy duro.

    Los tiempos en calma se convierten entonces en algo realmente valioso y preciado.

    ResponderEliminar